martes, 11 de junio de 2013

ATENCIÓN CATAMARCA

DESASTRE EN LA CUESTA DEL PORTEZUELO
CUESTA DEL PORTEZUELO, PATRIMONIO NATURAL DE CATAMARCA

Según el Diccionario de la Real Academia Española, desastre quiere decir: Desgracia grande, suceso infeliz y lamentable. Cosa de mala calidad, mal resultado, mala organización, mal aspecto, etc.
Nuestra querida y emblemática Cuesta del Portezuelo está dibujada en la abrupta falda occidental del enorme y compacto bloque montañoso del cordón El Alto-Ancasti, que, como el Ambato (Sierras Pampeanas), viene desde el norte. La caída a pique de esta ladera y la irregular fractura que presenta el bloque permitió que desde la antigüedad se abriera primero una simple huella que luego permitió el paso de animales. Alternativamente se usaban la cuesta de Zancas, del Simbol, la Pampa o El Cerrillo, hasta que quedó como la de más frecuente uso la del Portezuelo.Justamente esa palabra se refiere –en terrenos montañosos- a puerta chica, quiebre, fractura o apertura que existe en el cerro y permite el paso de una ladera a otra o de un valle a otro.
Con el tiempo y la importancia que cobraba como directa unión y comunicación entre el actualmente conocido Valle Central de Catamarca con los pequeños valles y poblados del este provincial (El Alto, Santa Rosa, Ancasti, La Paz) y Santiago del Estero, el rústico camino de herradura, que aprovechando las irregulares quebraditas, se fue ensanchando y mejorando hasta que permitió la circulación de vehículos a motor.
La serpenteante cuesta trepa –hasta casi los 1.800 m s.n.m.– de manera sorprendente y emocionante, poniéndonos contra la montaña o contra el precipicio entre molles, algarrobos, cardones, palos borrachos y quebrachos que, según la estación del año, matizan el paisaje con los mas increíbles colores. A unos 7 km desde el pie de la cuesta está el famoso Mirador, punto obligado de todo turista que se precie de haber venido a Catamarca, desde donde se puede admirar (preferentemente a la mañana) el valle central en todo su esplendor, incluso hasta los nevados de Aconquija.
Allí están los mil distintos tonos de verde que con tanta sencillez y acierto cantara don Polo Gimenez en la legendaria zamba Paisaje de Catamarca. Arriba, ya en la cumbre, el paisaje cambia, transformándose en pastizales de altura, ahora con una confortable Hostería, con balcón que da al precipicio y vistas increíbles desde casi los 2.000 metros.
Durante el gobierno de Juan Gregorio Cerezo (1936-1940) se le dio un gran impulso a la obra vial con la intención de acercar a los pueblos del interior y se construyó de manera definitiva el camino de cornisa llamado Cuesta del Portezuelo, habilitándosela como ruta.
En la década del '90 comenzó a ser asfaltada y en la actualidad es una ruta ágil, segura, bien pavimentada, con protecciones en las zonas peligrosas y con señalización horizontal y vertical. Es así como nuestra Cuesta del Portezuelo se constituyó en un ícono de Catamarca, del norte argentino y una referencia cuando se habla de caminos de montaña. Sin duda que el nombre de la Cuesta del Portezuelo, asociada a Catamarca, ha recorrido y recorre el mundo. Si bien es cierto que continúa siendo un excelente y prometedor recurso natural turístico, aún falta trabajar bastante y con buen criterio para transformarlo en un producto turístico, es decir, explotar todas las facetas que ofrece, ampliar su uso, generar nuevas actividades y, fundamentalmente, dotarlo de servicios. Sin duda, uno de los puntos mas importantes pasa por proteger a este fundamental patrimonio natural de la provincia. Formando parte de las sierras pampeanas, hasta sus alrededores llega la región de las yungas, un riquísimo territorio con flora y fauna diversa que se encuentra en peligro por la depredación, avance de los territorios de cultivo, etc.
Bien valdría la pena constituir a toda la zona que comprende la Cuesta del Portezuelo en una reserva o parque natural con el único fin de preservarlo y protegerlo.
Pero la realidad, en la actualidad, nos indica otra cosa en las antípodas de los mas elementales criterios y razonamientos en materia de turismo y medio ambiente.¿De qué se trata? Desde el pie de la cuesta, al lado de la ruta nacional 38, hasta su cumbre, en estos últimos meses le fue asestado un golpe moral: instalaron postes de tendido eléctrico y el cableado correspondiente. No planificaron el tendido por los lugares donde menos daño y contaminación visual produzca. Fue hecho por el medio de la cuesta, destruyéndola visualmente para siempre y haciendo perder o desaparecer todo ese entorno natural que la caracterizó y la hizo famosa.Poca importancia tiene el porqué, para qué y qué servicio prestará ese tendido eléctrico. En cualquier caso, se supone que es altamente beneficioso dotar de un servicio elemental como la electricidad a cualquier lugar de nuestro interior; da lo mismo que sea para dotar de buena energía eléctrica a la Hostería Polo Gimenez, al complejo de antenas de televisión digital del gobierno nacional que se está instalando en las cumbres, en la zona de “las antenas”, o a algún emprendimiento productivo en la zona.
Importa que la empresa encargada del tendido eléctrico, el organismo provincial de aplicación, la Secretaría de Ambiente y la Secretaría de Turismo no hayan sido consultados. Es altamente preocupante que no se haya realizado un estudio de impacto ambiental, de afectación a uno de los principales recursos turísticos y patrimonio natural que tiene la provincia. Es peor aun que habiéndoselos hecho no se hayan realizado observaciones y se haya expuesto, con un criterio técnico en materia turística, el daño que se estaba causando.Habrá tenido intervención Vialidad Provincial, tratándose de una ruta provincial? ¿Habrá sabido que se afecta el espacio aéreo y la zona de banquinas? ¿Habrá tenido intervención EC SAPEM Energía Catamarca? (aunque en los diarios locales ya salió a decir que no era ella quien hizo el tendido). Es una sociedad con participación mayoritaria del Estado Provincial que debería velar por la protección de los intereses de la Provincia, como en este caso, un sujeto erigido en patrimonio natural, como es la cuesta del Portezuelo.
En la ladera occidental del cordón El Alto-Ancasti había un solo lugar por donde no podría o no debería instalarse un tendido eléctrico de esa envergadura, pues, en ese lugar lo hicieron.
Nadie dijo la Cuesta del Portezuelo no se toca.
A pesar de que a poca distancia hacia el sur está la llamada cuesta de Herradura, que arrancando en Santa Cruz/Huaycama, al pie de la montaña, sube hasta las cumbres, en la zona de “las antenas” y de la antigua mina, o la cuesta de Zancas o la del Chorro. Ningún justificativo técnico, logístico, operativo, económico o lo que fuera es o debería ser más importante que causar semejante daño al mayor patrimonio natural de los catamarqueños. La Municipalidad de Valle Viejo, en cuya jurisdicción está la Cuesta no dijo nada, tampoco la Cámara de Turismo de Catamarca, ni los empresarios turísticos locales.
Ante las decisiones arbitrarias, inconsultas, injustas y dañinas de los funcionarios de gobierno, ME PREOCUPA EL SILENCIO DEL PUEBLO.

La hermosa y descriptiva letra de del himno catamarqueño, difícilmente pueda verse igual

Desde la cuesta del Portezuelo
mirando abajo parece un sueño:
un pueblito aquí, otro más allá,
y un camino largo que baja y se pierde.
Hay un ranchito sombreao de higueras
y bajo el tala durmiendo un perro;
y al atardecer, cuando baja el sol,
una majadita volviendo del cerro.
Paisaje de Catamarca
con mil distintos tonos de verde;
un pueblito aquí, otro más allá,
y un camino largo que baja y se pierde.
Y ya en la villa del Portezuelo,
con sus costumbres tan provincianas:
el cañizo aquí, el tabaco allá,
y en la soga cuelgan quesillos de cabra.
Con una escoba de pichanilla
una chinita barriendo el patio:
y sobre el nogal, centenario ya,
se oye un chalchalero que ensaya su canto.

CONTRADICCIONES
Mientras en el micro centro catamarqueño se trabaja de manera acelerada para cambiar radicalmente el centro histórico de la ciudad, limpiando y volviendo a las fachadas originales de edificaciones y entorno natural de la plaza 25 de Mayo, partiendo desde premisas básicas de contaminación visual, en la Cuesta del Portezuelo se actua totalmente al revés. Contaminándola visualmente y haciendole perder de manera definitiva todo el entorno natural que la caracterizó.Dirán algo nuestros legisladores ante el daño causado al patrimonio natural provincial?

J. EDUARDO AROCA
Guía y Experto en Turismo
Registro Nacional Nº 5166







sábado, 8 de octubre de 2011

EL ÑATO PERALTA, PADRE DEL MONTAÑISMO CATAMARQUEÑO

En la década del ‘70 empezaron a atraerme las montañas. Esa especie de magia que esconden sus quebradas, laderas y cumbres -que hasta el día de la fecha no pude terminar de comprender, develar ni desentrañar- poco a poco me fue absorbiendo.
Buscando quien oriente mis pasos llegué a René Peralta (el “Ñato” para muchos, el “Inca” para los montañistas y “Pata Fuerte” para los antofagasteños), una especie de duende que, como a las montañas, lo rodea un halo de algo muy parecido al misticismo. Él me fue abriendo en el tiempo, una a una las ventanas y las puertas de cada valle, portezuelo, filo y cumbre.
Gracias a la Pachamama, adolecía de algunos fríos tecnicismos que hoy dominan e insensibilizan al montañismo, pero minuciosamente me enseñó otras técnicas más importantes:
Que no hay que subir mas alto, mas rápido, ni mas lejos, sino que hay que detenerse y quedarse donde el paisaje se acomoda de tal manera, que uno encuentra el lugarcito del mundo que soñó.
Me enseñó el placer que se siente al meter las patas en el agua fresca y pura de los arroyos.
Me develó el secreto del mecanismo para sentarse al borde del abismo e imaginarse los mundos que existen mas allá del horizonte.
Me hizo escuchar los sonidos de las cumbres y los silencios de los senderos.
Me dio las claves para descifrar los mensajes del silbo largo –como una quena o una zampoña- del viento.
Y me explicó porqué el hombre, en definitiva, es paisaje que anda (justo como decía don Atahualpa Yupanqui).
Con su vieja y maltrecha mochila de lona con estructura de caños, un día me abrió las puertas de la puna y la cordillera, de las que nunca me fui.
Pisamos juntos algunas cumbres y muchos changuitos y chinitillas, que por primera vez miraban el mundo desde arriba, nos seguían en una viboreante y nerviosa fila.
Junto a otros locos como él, fundó la Agrupación de Montaña Calchaquí en la década del ‘50 con el sueño de ascender el Ojos del Salado… y treinta años después, junto a otros locos como él, se lo cumplí.
Despertó en los catamarqueños la inquietud de que, siendo hombres y mujeres que vivíamos en medio de las montañas, debíamos conocerlas y recorrerlas.
Baqueano de cada rincón de la geografía catamarcana, se transformó en un defensor y difusor de nuestras costumbres, tradiciones y de la historia no contada de nuestra tierra. Buscador incansable de rarezas, en la casa de la avenida Ocampo guarda celosa y obsesivamente su mas preciado tesoro: un “museo de cosas raras” (como lo bautizó), donde se puede ver desde una punta de flecha hasta un aerolito.
Aficionado a la arqueología, luchó sin armas ni formación por la defensa de nuestro patrimonio, como el dr. Omar Barrionuevo. Junto a Tito de la Colina abrieron las puertas de Antofagasta de la Sierra.
En los más recónditos rincones de nuestra geografía aun hay gente que lo recuerda como maestro rural, censista, encargado de campañas de vacunación o guía de grupos de montañistas.
Es de esos catamarqueños que hoy escasean, esos que todo lo hacen por el placer de servir y ser felices.
Muchos de los que compartimos sus huellas, íbamos también tras de sus historias, que desgranaba en interminables fogones bajo las estrellas, donde frecuentemente nos sorprendían los amaneceres.
Pasaron los años y subí muchas cumbres; si bien no estaba a mi lado, sus consejos no sólo me ayudaban a llegar, sino también a volver.
Con el tiempo pisándole los talones, pacientemente esperó que la primavera se haga sentir y lentamente armó su vieja mochila de lona. Sus doloridos huesos se refrescaron cuando la sintieron ajustarse a la espalda y -como siempre solo y en silencio-  el 5 de Octubre empezó a subir por los faldeos del Ambato.
Nadie sabe qué abra cruzó ni los cambios de filo que hizo; seguramente le sobran lugares para ir, muchas cumbres lo esperan. Esperan su regreso, porque él es de allí, como los cóndores.
El Ñato, como un Coquena, ahora anda entre los cerros de su Catamarca, no sé si lo veremos, pero no duden que nos hará saber que está allí.
Cuando en silencio transitemos un filo cumbrero y escuchemos el estilete del ala de un cóndor rasgar el aire leve y abismal, es el silbido del Ñato que nos saluda. Será la señal de que estamos vivos.  
René Peralta “el Ñato”, padre del montañismo catamarqueño.
Mi maestro.

             Eduardo Aroca
docente - montañista – fotógrafo

domingo, 1 de mayo de 2011

EL CHATO BAZÁN, UN VERDADERO SALAMANCA


Nicolás Antonio Bazán(58 años) es el “Chato”. Nació en el Belén de Catamarca. Vidalero y bagualero por culpa de su abuela Rosa, vieja coplera y cuentera belicha. De reuniones familiares pasó al Festival Interescolar de Belén, allá por los 60, luego al Chango Belicho y hoy con su cajita se desangra en los festivales. Integró Los Ponchos Diaguitas, Arenal 2 y Los del Arenal.
Grabó un CD “Canto a los viejos de mi pueblo”.

Don “Pepe” Bazán era maestro rural en las montañas del Belén de Catamarca y doña “Lola”, su esposa, iba con él donde fuera designado maestro. Es así como en el pueblito de Ampujaco (señor del cerro de la aguada, en quechua), hacia el NE de la ciudad de Belén, en medio de las montañas, nació el Chato.
Años después, los Bazán bajaron a la ciudad de Belén e hicieron su casita en el legendario barrio El Arenal, legendario porque allí vivían personajes de fuerte sesgo folklórico, donde cultivar los viejos cantares de la tierra y mantener viva la llamita de la tradición era menester cotidiano. Estaban don Rubio Herrera, Guillermo Urquiza y llegaban José Gerván, Alberto Mercado, Antonio Herrera, el Turu Contreras atraídos por la magia del bar El Árbol, donde se reunía la bohemia del pueblo, haciendo brotar -a fuerza de vino- guitarras, bombos, bandoneones y cajas. Ellos fueron sus verdaderos maestros, pero no se olvida de su profesor de piano, don Rogelio Soto Herrera que en la escuela lo orientó para formar sus primeros grupos.
Esa bohemia de El Arenal fue el caldo de cultivo donde el Chato pasó parte de su niñez y adolescencia, pero cuando volvía a su casa se envolvía en otra magia, la de su abuela Rosa, vieja coplera, vidalera y cuentera, que le “echaba” coplas para que el Chato las repita cantando.
Su casa, de antigua estirpe pueblerina, importante zaguán y amplio fondo, era un gran fogón donde se cantaba, improvisaba y recreaba el folklore de los viejos del pueblo.
El Chato aprendió a tocar la guitarra “de oído” y empezó a darle al canto, al bombo y a la cajita. Siguiendo las huellas de su padre y su abuela, desgranaba coplas en vidalas y bagualas. De adolescente armó grupos folklóricos con los changos amigos: Daniel Herrera, Tatalo, Pacho Urquiza, Lalo Cura, Penco Gerván, Domínguez, Gringo Medina, Gigo Vega y Meco Romero, hasta que retomó su antigua raíz, la de don Pepe y la abuela Rosa: sólo con su caja y sus coplas.
Empezó con la vieja caja de su abuela, hasta que -sintiéndose lutier- construyó la propia,  preparada y con las maestranzas -como decían los viejos- del bombo, para encontrar el tono y poder seguirlo con el canto sin perderse.
Las vidalas y bagualas le nacen desde lo más profundo, se afinan por un falsete y trepan por su caja, por momentos quejumbrosa, melancólica, lenta y triste hasta que brota picaresca y alegre.
Yo soy un simple cantor de vidalas que las recopilo y las canto para que no se pierdan, murmura el Chato y en sus presentaciones no faltan composiciones de don Rubio Herrera, Pacho Urquiza o Daniel Herrera.
Pero no es todo fácil, los cultores de estas manifestaciones populares profundas, no siempre son convocados a los grandes festivales y deben luchar para conseguir un lugar.
Se preocupa porque estas coplas populares se van perdiendo, se va cortando poco a poco esa transmisión oral de generación en generación, como ocurrió con él, y sueña con que lo manden a recorrer cerros y valles, visitando pueblito por pueblito incentivando estas manifestaciones, recopilando coplas que aun perviven en la memoria de los ancianos, y haciendo que se vuelva a cantar con caja, pero se le hace difícil, muy difícil. El Chato como muchos bohemios y soñadores no vive de su arte y de su pasión. En realidad sí vive de y por ellos, pero debe echar mano a un trabajo para mantener a su familia.
Cuesta mucho imaginarse al Chato en un lugar que no sea una guitarreada, una reunión de amigos o un escenario, pero la realidad es cruel y contradictoria: el Chato del falsete largo y profundo, el de las coplas echadas y arriadas a puro corazón y de caja izada a la luna, todas las mañanas –desde hace mas de 30 años- en una oficina, se disfraza de Jefe del Registro Civil de Belén.
Por las noches, desde su Belén, imaginariamente hace contrapuntos con Mariana Carrizo en Salta o con Eusebio Mamani encaramado en Fuerte Quemado, Santa María.
Recurrentemente el recuerdo de su abuela Rosa está presente en su relato, que lo interrumpe para cantar bajito una copla popular que aprendió de su boca:

Pido permiso señores
pa´ que cante un salamanca
con su cajita de organo
con su banderita blanca

y explica que un salamanca se refiere a buen cantor. Los viejos del pueblo cuando escuchaban  a un cantor así decían, mierda, si parece que viene de la salamanca.
Y vuelve a insistir bajito:

Si canto decís que lloro
si lloro que te enternezco
me callo pa darte el gusto
ya dices que te aborrezco

… y la copla se le corta por la emoción. Me pierdo por la ventana buscando el sol tibio del invierno catamarqueño, así evito poner en evidencia la humedad incómoda que como una chirlera le rebota suavecito en sus ojos.
Ahí me di cuenta que el Chato Bazán, por más que todas las mañanas se escude tras un escritorio y se disfrace de Jefe del Registro Civil de Belén, es un salamanca.

La caja, chayera cuando se la usa en carnaval o vallista cuando es portada por personas de los valles, está presente en el NOA desde épocas prehispánicas. Es un instrumento de percusión (membranófono) formado por dos membranas o parches de piel (venado, guanaco o chivo) tensadas a ambos lados de una caja de madera de cardón o sauce de unos 10 cms. de altura. Su sonido es indeterminado, pues no produce notas de altura definida.
En el parche inferior hay unos bordones o chirlera (cuerdas de tripa estiradas, crin de caballo, hilo o cuerda sobre la membrana) que proporcionan a la caja un sonido característico (como de cascabel) cuando es percutida, pues rebotan sobre el parche, es decir el impacto original del palillo es envuelto por un número variable de micro impactos producidos por el rebote. Este efecto varía cambiando la tensión de la chirlera.
La caja está presente en casi todas las manifestaciones tradicionales del NOA, ya sean festivas, ceremonias populares o religiosas pues es utilizada en actividades rituales, donde los sonidos, el ritmo y el movimiento desempeñaban un papel importante para entrar en contacto con el mundo espiritual y estaba estrechamente relacionada con rituales de fertilidad, sacrificios, culto a los muertos y ritos agrarios en agradecimiento a la Madre Tierra, donde marca el ritmo y acompaña al resto de los instrumentos.

viernes, 11 de febrero de 2011

“PERECITO” (UN CATAMARQUEÑO IGNORADO EN CATAMARCA) ENTRE LOS GRANDES DEL FOKLORE ARGENTINO

“Viajas con tu corazón de pájaro aterido, tuya es la boca de la noche, los duendes que carcomen tu sueño, el cuchillo que hiere la memoria y desgarra el aire en lenta agonía, tuyo el dolor, el amor y la palabra perdida” (de LOS PÁJAROS DE LA MEMORIA de Miguel Ángel Pérez, catamarqueño)
Seguramente muchos catamarqueños dudarían ante la aseveración de que un comprovinciano nuestro se codeaba y codea de igual a igual con los iconos del folklore argentino.
Pero es así, hay un catamarqueño que fue amigo, colega y compañero de actividades de grandes del folklore argentino como Juan Carlos y Jaime Dávalos, Nella Castro, el Cuchi Leguizamón, Manuel J. Castilla, el Dúo Salteño, Melania Pérez, solo para citar algunos y se presentaba en espectáculos junto a ellos.
Se llama Miguel Ángel Pérez, nació en el Yokavil, como se llamaba originariamente al actual departamento Santa María, Catamarca en Setiembre de 1930. Popularmente es conocido en todo el país con el sobrenombre de “Perecito”, seguramente como un diminutivo de su apellido y por su personalidad humilde, simple y retraída.
De figura pequeña, aspecto bonachón, simple en su vestimenta y con aire pueblerino, este santamariano que ya pasó los 80 años, habla lenta, pausada y sabiamente. Su padre era mecánico y desde joven se fue a vivir a Cafayate, luego a Jujuy y finalmente a la ciudad de Salta, donde desarrolló toda su actividad cultural, que lo llevó a ocupar sitios importantes, recibir premios en el país e invitado a disertar en España.
Si bien es cierto por su vasta y destacada obra literaria, trascendió como poeta salteño, la verdad es que es bien catamarqueño. Jaime Dávalos como buen salteño, lo consideraba un paisano, y en una oportunidad dijo en tono de broma: Perecito se fue a nacer en Santa María, allá en Catamarca.
Es un poeta, autor, cantor y compositor profundo, sereno, hondamente comprometido con su paisaje, su gente y las costumbres de su tierra: el noroeste argentino. Este poeta fundamental de la llamada “generación del 60” mereció el respeto, la admiración y la consideración de todos los escritores, poetas, intelectuales y folkloristas de la época de oro del folklore nacional.
SU OBRA
En 1954 integró en Jesús María, Córdoba, el grupo Los Tabacaleros.
Ha editado seis libros de poemas y coplas:
Cartas a mi casa, en 1963
Poemas, 1966
Los Potros, 1967
Coplas del Arenal, 1973
El cantar del carnaval, 2004
Coplas al canto, 2008 (presentada por el poeta Leopoldo “Teuco” Castilla, Patricio Jiménez del Dúo Salteño y Melania Pérez).
Respetado y admirado en Salta trabajó en distintos medios periodísticos escritos y radiales, llegando a ser Director de Cultura.
Grabó poemas y canciones de su autoría en un emotivo y comprometido disco llamado Los pájaros de la libertad, junto a Melania Pérez, Gerardo Núñez y otros salteños.
Figura en el Diccionario Biográfico de la Música Argentina de Raíz Folklórica, de Emilio P. Portorrico.
Obras folklóricas memorables de nuestro país son de su autoría, a las que le pusieron música, personajes como el Cuchi Leguizamón, Gerardo Núñez, Cesar Isella, Juan José Botelli, entre otros:
El Regador, zamba
Si llega a ser tucumana, zamba
Zamba para la viuda, zamba
La santamariana, zamba
Viruta i’ vino, zamba
Voy a las islas, huayno
Canción de los prisioneros, canción
Canción del hombre libre, festejo
Es otoño, Manuel, tonada canción
Zamba del cuatrero, zamba
Clarita la cosa, gato
Gateando, gato
Chacarera del fondo, chacarera
Partite corazón, tango
Vidala de la lluvia, vidala
Pa don Nicolás, bailecito
Con Rubén Pérez Bugallo, Perecito participó del Relevamiento Etnomusical de Salta, editado por el Instituto Nacional de Musicología “Carlos Vega” en 1981.
Con Gerardo Núñez lleva a cabo ciclos culturales y una serie de recitales poéticos musicales auspiciados por la Secretaría de Cultura de la Nación, representando a Salta en la Feria Internacional del Libro.
Con poetas y músicos salteños en 1999 graba una obra magnífica: Los pájaros de la memoria, del que participa Melania Pérez (ex Voces Blancas).Participó como disertante del Encuentro de Músicos de Rosario y frecuentemente es invitado a charlas y conferencias de escritores y poetas donde dicta talleres.
El año pasado en el aula magna de la FCEFyN (Duarte Quiros y Av. Vélez Sarsfield) en la ciudad de Córdoba se presentó un espectáculo poético musical. Este concierto del que participaron el Coral Resonancia de Collegium, Grupo Vocal Maguey, el cantante y guitarrista Mario Díaz y el pianista Mariano Vélez es un tributo a Gustavo “Cuchi” Leguizamón y a Miguel Ángel Pérez “Perecito”, considerados como referentes de la música popular argentina. El nombre del espectáculo es “Cuchicheando con Perecito”, bajo la dirección general  del maestro Hugo De La Vega.
LA DEUDA DE CATAMARCA
“Perecito” es un poeta exquisito que no tuvo ni tiene la trascendencia que se merece por dos razones: su humildad y porque quienes participaban poniendo la música en sus composiciones eran personajes de la talla de Leguizamón, Castilla, Dávalos, Perdiguero, Dino Salluzi o Petrocelli.
En cada lugar que actúa o se presenta, reivindica orgulloso su origen catamarqueño, a pesar que los salteños lo consideran propio. Cuando se presentó el espectáculo Los Pájaros de la Memoria, en la Universidad Nacional de Quilmes, aclaró: soy catamarqueño radicado en Salta.
Como se explica que Catamarca haya olvidado durante tanto tiempo a un personaje como Miguel Ángel Pérez, que aun vive en Salta, referente de la cultura popular argentina?
Aun se está a tiempo de salvar tremendos errores.

sábado, 8 de enero de 2011

SANTIAGO OLMEDO, EL DE LA CORDILLERA

A mediados de 1986 con los compañeros de aventuras de la Agrupación de Montaña Calchaquí (en ese tiempo era su Presidente) viajamos a Fiambalá para empezar a coordinar y acordar in situ las cuestiones de logística y estrategia necesarias para llevar a cabo la primera expedición catamarqueña al volcán Ojos del Salado; todo un desafío para esa época, que la terminamos llevando a cabo entre la Agrupación de Montaña Calchaquí, UNCa, Club Andino Fiambalá, G.N. y UNSJ.
Una cuestión fundamental era conseguir un guía-baqueano que fuera infalible y confiable. Previamente en la Capital de Catamarca ya teníamos apuntado a uno de Fiambalá. Las averiguaciones hechas en Tinogasta y Fiambalá nos llevaron, sin margen de duda, a don Santiago Olmedo.
Callejón de Fiambalá, casa antigua, amplia y gredosa. Allí estaba don Santiago con quien tuvimos una larga y amplia charla. Su hablar cansino y sabio y su mirada tan clara como esos cielos cordilleranos, terminó por convencernos que don Santiago debía ser el guía-baqueano de nuestro proyecto.
Los siguientes encuentros fueron en parte para ajustar algunas cuestiones puntuales, pero fundamentalmente para escuchar, extasiados, sus relatos, aventuras y desventuras en la cordillera, a la que conocía como la palma de su mano, según me contó, desde niño, participando primero como ayudante y luego como protagonista en arreos hacia Chile o Bolivia (sonreía, se frotaba las manos, bajaba la vista y no contestaba, cuando le mencionábamos los míticos contrabandos de antaño y la habilidad y astucia de los baqueanos para burlar a la autoridad en medio de la cordillera). Nunca me olvidaré -por lo gráfica- una de las historias en la que la autoridad decide ir a la cordillera para atrapar contrabandistas y lo contratan para guiar una patrulla de milicos. Decide que se internen por una quebrada y por la quebrada vecina venían los arrieros con las mulas llenas de mercadería que traían desde Chile y Bolivia. Gendarmería Nacional y el Instituto Geográfico Nacional lo tenían entre sus colaboradores imprescindibles para salir a los rincones más recónditos de nuestra geografía y para sortear los más graves inconvenientes en la montaña.
Así conocí a don Santiago Olmedo, hombre de campo, de trabajo, de ley y de palabra, que conocía como nadie a una de las cordilleras más grandes del planeta. Leía las piedras, conocía cada aguada y vertiente, ubicaba los refugios incluso en medio de una tormenta, interpretaba los cielos, predecía el clima y con pasmosa precisión calculaba distancias y tiempos. Burros, mulas y caballos le entendían y respondían, casi sin necesidad de palabras, a las órdenes y con un solo ademan o una mirada, buscaban la mejor huella, la parada o acomodar las cargas. Con don Santiago Olmedo se cumple aquel aserto del poeta cuando dice que el hombre es paisaje que anda.
Siempre que iba por Fiambalá llegaba a verlo, la última vez fue en el 2009 y fuimos con el sanjuanino Pablo Schogl (jefe de la Kuntur). Dificultoso para moverse después de casi un siglo de caminar y cabalgar los cerros, pero lúcido y dueño absoluto de una bonhomía incorruptible, tuvimos una larga charla.
Las paredes de su vieja casa guardan homenajes, recuerdos, fotos, reconocimientos y distinciones.
Fue el guía-baqueano de la Kuntur  y de casi todas las expediciones que desde siempre se hicieron a la cordillera.
Como para usar un lugar común, puedo decir que don Santiago, apenas se acallaron los festejos de fin de año, sin decir nada preparó los aperos. Cargó la alforja con un poco de yerba, azúcar, pan, charqui y coca, se calzó su viejo poncho de llama, ensilló su mulita y se fue lentamente por un sendero.
Subió por un faldeo, cruzó una quebrada, trepó un abra y se metió en la cordillera, en su solitaria e inexorable expedición, de la que fue su propio guía-baqueano.
Unos dicen que lo vieron cruzar el Chaschuil, otros lo vieron adentrarse por la pampa de Cazadero Grande, encorvado sobre la montura, luchando contra las ráfagas del viento  cordillerano, que hacía flamear su poncho como bandera.
Baqueanos de la zona dicen que un atardecer, en el refugio de Aguas Calientes, vieron brillar un fogón y que había una sola mula.
Con él, se fue un pedazo grande e importante de la “otra” historia de Catamarca, de la Catamarca profunda, la que no figura en libros ni textos.
La que no cabe en la formalidad de las academias.
Y allí anda don Santiago, por ahí lo veremos cuando nos internemos en la cordillera, no en la de los Andes, en la de Olmedo.
Este es el humilde homenaje que le hacemos los montañistas.

J. EDUARDO AROCA
Montañista, fotógrafo, docente
(ex Pte. de la A.M.C.)

martes, 28 de diciembre de 2010

HISTORIAS DE TIERRA ADENTRO "QUIEN DICE QUE NO SE PUEDE?"

por J. EDUARDO AROCA

La Yanina Vázquez (29) es del oeste catamarcano. Orgullosa de sus rasgos andinos, el Titakin santamariano (Enrique Maturano) la bautizó Huarmi Sumaj. Bailó sola, una triste zamba para despedir a su madre, cuando la dejó en La Rioja para que estudie. Trabajó como empleada doméstica y luchó junto a los desposeídos. Hoy es la Dra. Vázquez

Hace unos 25 años en la temeraria cuesta de Randolfo (antiguo paso a la puna catamarqueña) crucé a una vieja Ford F100 con cúpula, manejada por una mujer. Metía miedo verla maniobrar con altivez al borde de precipicios escalofriantes a más de 4.000 s.n.m. Era mi primer contacto con la Pascuala Vázquez, de Antofagasta de la Sierra.
Tiene una pensión modesta, pero cálida y familiar en la puna, donde cocina a la vieja usanza (amasa tallarines, te sorprende con una trucha arco iris y te manda a dormir con una sustanciosa sopa). Quien fue a la puna la conoce, pues es uno de los personajes más populares, sino, basta con poner su nombre en un buscador de internet y aparece en centenares de sitios nacionales y extranjeros.
Se hizo enfermera en Antofagasta y luego bajó a trabajar en Belén donde tiene una casita de barrio. Ya jubilada, casi todo el año lo pasa en la puna.
De grande la vida pobló su soledad con una hija y hace 29 años nació Yanina, a la que en su rol de madre-padre, crió con rigidez y amor pueblerinos. Recuerdo que en mis primeras incursiones por la puna de la mano del Ñato Peralta (el padre del montañismo catamarqueño), empecé a ir a la pensión de la Pascuala, y por las tardes en el comedor, sentaba en mis piernas a la niña Yanina y dibujábamos los surrealistas paisajes puneños.
Hoy, el sol se pierde lánguidamente tras las cumbres del Ambato, en una tarde de primavera. En un bar del centro de la ciudad de Catamarca, café de por medio tengo enfrente a la Dra. Yanina Vázquez, recientemente recibida de Médica en la Fundación Barceló de La Rioja. Qué y cómo pasó?
Yanina nació y vivió en el Belén de Catamarca. Baja la cabeza y dice: … pero mi tierra es Antofagasta de la Sierra, allí está mi corazón. De típicos rasgos puneños, a esta morocha de andar altivo, todo le fue difícil al no tener padre ni hermanos; con un dejo de nostalgia reconoce que tuvo que luchar mucho, porque en su vida hubo muchas piedritas que se iban metiendo en su camino, tuvo que acomodarlas y caminar entre ellas. Estudió en el colegio religioso Virgen de Belén y todos los días a la salida iba al Hospital a buscar a Pascuala, que vestida de impecable blanco prodigaba cuidados y alivio a los pacientes.
En la casa, tanto en Belén como en Antofagasta, su madre seguía siendo enfermera, por lo que creció ayudándola a curar enfermos, alegrándose cuando un enfermo se mejoraba y sanaba o viendo como crecían niños que había ayudado a nacer. Así nació su vocación por la Biología y la alegría de Pascuala porque en Belén había un profesorado… y su “muñeca” no tendría que irse a estudiar a otro lado.
Desde niña la danza la llenó de magia, y apoyada por su madre, desarrolló su expresividad en academias de danzas folklóricas belichas.
Pero el destino dio un golpe de timón, cuando Yanina vio “Casas de Fuego”, película argentina de 1995, dirigida por Juan B. Stagnaro y protagonizada por Miguel Ángel Solá, Pastora Vega y Carola Reyna. Ganadora de 7 premios, entre ellos el Cóndor de Plata y Kikito de Oro del Festival de Gramado –Brasil- como mejor película y trata el caso real del médico argentino Salvador Mazza, uno de los descubridores del Mal de Chagas-Mazza, de su actividad y sacrificio personal para erradicar esa enfermedad endémica en zonas pobres del país, entre ellas Catamarca.
Al terminar la película, la palabra FIN en realidad se convirtió en el inicio de la gesta para convencer a su madre que quería ser médica… y que tenía que partir de su lado por primera vez en la vida. A duras penas logró convencerla -a medias- y luego, iniciar la despedida fue traumático para ambas, que constituían una unidad casi perfecta.
Tiembla la voz de la doctora Vázquez cuando recuerda el día en que se quedó en La Rioja, en la vieja estación de ómnibus. Dice: yo estaba en la parada de taxis 3 de Febrero y me tiraba para rasguñar ese colectivo, para que no se vaya, porque se llevaba a mi madre, y eso era terrible... a lo lejos, Jorge Cafrune desgranaba una triste zamba.
No conocía La Rioja, no tenía amigos ni donde refugiarse. Quedó en la pieza de una pensión de una persona extraña con gente que tampoco conocía. Una habitación con 5 camas y 5 chicas desconocidas. Su mundo era su cama, bajaba de ella y sabía que todo lo demás era compartido.
Como su madre, luchó por todo y sola. El sueldo de enfermera jubilada de su madre no le alcanzaba para vivir y estudiar, por lo que tuvo que arremangarse y empezar a trabajar. Con indisimulado orgullo cuenta que su primer trabajo fue de empleada doméstica en la casa de la familia Contreras, donde encontró contención y amistad: lunes, miércoles y viernes de 7 a 10, por lo que algunos días llegaba cansada o tarde los Prácticos, pero tampoco así alcanzaba la plata y otra puerta solidaria se abría: la familia del reino de la miel. Todo el día andaba con las cartillas vendiendo los productos: compañeros y profesores de la Facultad se convirtieron en sus mejores clientes.
Yanina dice que le reportaba unos pesos, pero intuyo, que para disipar los fantasmas de la soledad, los fines de semana animaba, como payaso, fiestas infantiles… por lo menos me divertía en los cumpleaños, reconoce.
La necesidad de crecer interiormente la llevó a las iglesias de San Francisco y Santo Domingo. Sin querer se encontró montada en una mula misionando por el interior riojano hasta la cordillera, donde con los viejitos de los puestos prendían velas e intercambiaban palabras de aliento.
Recuerda que en 2º año de la Facultad debía hacer prácticos en Atención Primaria de la Salud y un médico peruano la invita a que mientras atendía, ella ofrezca charlas sobre prevención, higiene, etc. Así, un día aparece montada en el camión sanitario en la humilde y postergada comunidad del barrio La Cañada, a unos 5 Km de la ciudad de La Rioja, del que nunca más se fue, a pesar que ya no vive en La Rioja.
El cariño con la gente y especialmente con los niños se hizo inmanejable: todos los sábados llegaba a las calles polvorientas del barrio en una bicicleta para enseñarles a bailar folklore, llegando a tener en la Escuela una informal academia de danzas folklóricas de casi 80 chicos; como vio que la comida era escasa, pedía alimentos en los negocios del centro y los sábados había baile y empanadas en el barrio. En un suspiro recuerda a doña Rosita, una de las madres del barrio y al portero de la Escuela. Un domingo cargaba 5 chicos en un taxi y los llevaba a su departamentito donde jugaban y miraban tele y al domingo siguiente otros 5.
Su fama de apasionada bailarina hizo que la invitaran al Festival de Catuna, en el sur riojano y se le ocurre llevar a “sus” chicos de La Cañada a bailar, pero cómo hacerlo si no tenían nada y nunca habían viajado a ninguna parte?. La solución vino de la mano del Pica Juárez, Ramoncito Navarro, Sergio Galleguillo y Carlitos Ferreyra, que desinteresadamente colaboraron en pequeños festivales donde se cantaba, bailaba, vendían empanadas y cobraban una entrada de $ 1.-. Con esa plata pudieron viajar y actuar. Se le inflama la cara al contar la catarata de emociones de esos niños pobres que nunca habían subido a un colectivo. Como si todo esto fuera poco, editaba con fotocopias un anuario con textos y dibujos que hacía con los niños y los distribuía en el barrio para que los padres supieran lo que hicieron sus hijos todos los sábados en la Escuelita.
No duda en afirmar que esos 4 años fueron los más felices de su vida, no por lo que dio (que lo minimiza) sino por el amor, cariño y contención que encontró fronteras adentro del barrio La Cañada. Estuvo cerca de Mayela Gordillo, el Circo Criollo y viajó mucho con la Universidad Trashumante, a la que trajo a Catamarca. En ese ambiente y con dos herramientas difíciles de manejar: voluntad y vocación de servicio, gestó gran parte de su construcción social y popular, viajando curando, bailando, aprendiendo, levantando miradas caídas, robando sonrisas a miradas con ilusiones perdidas, danzando con el pueblo y regresando a cada uno de sus lugares a celebrar la vida y la esperanza.
Ahora buscar perfeccionarse y especializarse para empezar a devolver todo lo que la vida le dio. Y si es en Antofagasta de la Sierra, mejor –agrega como un punto final-.
foto: Ariel Pacheco

sábado, 13 de noviembre de 2010

Autoanálisis de un catamarqueño en el Bicentenario

“SOY CATAMARQUEÑO”

EL CATAMARQUEÑO nació en un nido de rebeldes, sino miren a Calchaqui y Chelemín

EL CATAMARQUEÑO se hizo rebelde, sino lean a Felipe Varela, Esquiú, Eulalia Ares, Luis Franco… y el Ficha Acosta (je, je)
EL CATAMARQUEÑO es rebelde pero no quilombero, hizo una marcha del silencio y cambió la historia del mundo.
El CATAMARQUEÑO no lucha, pelia
El CATAMARQUEÑO no es camorrero, es peliador
El CATAMARQUEÑO no dice está caliente, dice TUUUYY!!!
El CATAMARQUEÑO no dice está frío, dice CHUUUUYY!!!
El CATAMARQUEÑO no se esguinsa, se troncha la pata
El CATAMARQUEÑO no es simpático, es churito
El CATAMARQUEÑO no dice no entiendo, dice …aahhh?
El CATAMARQUEÑO no es lento, lo han cortao verde
El CATAMARQUEÑO no es de baja categoría, es yuto
El CATAMARQUEÑO no dice caca, dice aca
El CATAMARQUEÑO no dice pene, dice pingo
El CATAMARQUEÑO no dice se cae, dice se hace aca
El CATAMARQUEÑO no está inclinado, está ladiau
El CATAMARQUEÑO no duerme, medita con los ojos cerrados
El CATAMARQUEÑO no anda descalzo, anda pata pila
El CATAMARQUEÑO no hace caballito, hace cuncuna
EL CATAMARQUEÑO no se cae de culo, se cae antarka
EL CATAMARQUEÑO escucha radio Valle Viejo y se entera del accidente 10 minutos antes del choque.
El CATAMARQUEÑO no es un avaro, es un aca
El CATAMARQUEÑO no es mentiroso, es mulero
El CATAMARQUEÑO no es divertido, es un cago e risa
El CATAMARQUEÑO no besa, chapa
El CATAMARQUEÑO no te tira del cabello, te chuscha
El CATAMARQUEÑO no dice andate, dice ite
El CATAMARQUEÑO no vuelve a su casa, se va pa las casas
El CATAMARQUEÑO no dice culo, dice ocote
El CATAMARQUEÑO no dice suertudo, dice ocotudo
El CATAMARQUEÑO no dice estás loco, dice andá a La Merced
EL CATAMARQUEÑO no tiene Villa Cariño, tiene El Jumeal, la Quebrada o el Adán Quiroga
EL CATAMARQUEÑO tiene un Londres, pero sin smog y con montañas (15 km al sur de la ciudad de Belén por 40)
EL CATAMARQUEÑO tiene a Belén, pero el único Jesús famoso es Maza (300 kms al NO de la capital por RN 40)
EL CATAMARQUEÑO tiene a Los Ángeles -Hollywood en Sarmiento y República- (dpto. Capayán, al Sur de la ciudad por RN 38)
EL CATAMARQUEÑO tiene a Puerto Viejo, pero ni agua ni un bote (norte de Belén, luego de Puerta de Corral Quemado)
EL CATAMARQUEÑO tiene a Anillaco, pero sin La Rosadita y sin Menem (al norte de Tinogasta, camino a Fiambalá)
EL CATAMARQUEÑO tiene a Troya, pero sin Grecia (al norte de Tinogasta, camino a Fiambalá)
EL CATAMARQUEÑO ama al rio El Tala aunque nunca haya metido las patas en sus aguas
EL CATAMARQUEÑO no sabe porque se llama Tres Puentes a una localidad de Valle Viejo, siempre vio solo dos, y ahora hay uno solo
EL CATAMARQUEÑO tuvo un Fidel Castro, pero sin revolución y sin el Che (1º Rector del glorioso Colegio Nacional de Catamarca)
EL CATAMARQUEÑO tuvo una gobernadora, pero duró solo una hermosa noche –como siempre- (doña Eulalia Ares de Vildoza)
El CATAMARQUEÑO no se equivoca, mea fuera del tarro
El CATAMARQUEÑO no cocina, hace empanadas y locro
El CATAMARQUEÑO va al bar y pide un cortadito con una tortilla
EL CATAMARQUEÑO no pide un submarino, porque no sabe que es. Zafa con un café cortado grande
El CATAMARQUEÑO no dice pepsi, dice pesi
EL CATAMARQUEÑO está convencido que por el agua que tenemos, la mejor Coca Cola del mundo es de Catamarca
EL CATAMARQUEÑO no dijo, no dice, ni dirá birra: pide un porrón y el mozo cae con una Quilmes de 1 litro
El CATAMARQUEÑO no toma tragos, toma vino
EL CATAMARQUEÑO cuando se decide y/o acuerda algo dice: meta!!!
El CATAMARQUEÑO no se emborracha, se macha o se pone hasta el aca
El CATAMARQUEÑO no está embriagándose, está chupando
El CATAMARQUEÑO no come, morfa
El CATAMARQUEÑO no dice pibe, dice chango
El CATAMARQUEÑO no dice piba, dice chinita
El CATAMARQUEÑO no tiene un perro, tiene un choco o cusco
El CATAMARQUEÑO no dice dale una paliza, dice hacelo cagá
El CATAMARQUEÑO no dice che, dice eh!
El CATAMARQUEÑO no roba, choria
EL CATAMARQUEÑO grita panaco y nadie sabe que quiere decir, salvo que seas catamarqueño
El CATAMARQUEÑO no iba a un prostíbulo, iba a la tia Yoly
EL CATAMARQUEÑO no comía milanesa, iba a La Milanesa
EL CATAMARQUEÑO no es bailantero, es casonero
El CATAMARQUEÑO no es peronista, es de Ramón
El CATAMARQUEÑO no es radical, es del Frente Cívico
EL CATAMARQUEÑO ama a la gorda Carrió, vota a los peronistas y gana el Frente Cívico.
EL CATAMARQUEÑO odia a Minera Alumbrera y Agua Rica
El CATAMARQUEÑO no camina, tranquea
EL CATAMARQUEÑO que no salió a hondear cuando era chango chico, no existe
EL CATAMARQUEÑO no está pelilargo, está chuschudo
El CATAMARQUEÑO no es una persona, es un chango
El CATAMARQUEÑO no tiene cosas, hay cosos (dame el coso ese)
El CATAMARQUEÑO no dice date prisa, dice apurate
EL CATAMARQUEÑO vive puteando por el viento, pero sino fuera por él, seríamos La Rioja
El CATAMARQUEÑO es blanco o negro, de Ramón o del Frente Cívico, del Ambato o del Ancasti
EL CATAMARQUEÑO reconoce una sola virgen en el mundo: LA DEL VALLE
EL CATAMARQUEÑO cualquiera sea su religión, si no fue alguna vez a la Gruta de la Virgen, no existe. Es como no haber escuchado Radio Valle Viejo ni haber ido a La Casona.
EL CATAMARQUEÑO putea por la Fiesta del Poncho, pero va todos los años, y adentro se siente turista
EL CATAMARQUEÑO cuando gana en algo, lo que sea, dice: le pegamo una chaliada!!!
EL CATAMARQUEÑO es negro, pero al que no quiere le dice negro ‘e mierda
EL CATAMARQUEÑO es universal, vas a España y los Quiroga te venden un pasaje Pomán-Andalgalá, vas a Alemania y te recibe el gordo Santillán con un asado de puta madre y empanadas casi como las que hace tu vieja.
EL CATAMARQUEÑO se morfa cualquier letra, para decir “los ojos” dice: “lojojos” y todos entienden.
EL CATAMARQUEÑO se caga de risa de los acentos: a los nombres de personas, siempre, siempre le pone el acento en la última vocal (Ricardó, Juliá, Rosá)
EL CATAMARQUEÑO nunca viaja en micro, siempre en colectivo, aunque sea de larga distancia.
EL CATAMARQUEÑO se enorgullece de tener la cordillera y la puna aunque nunca fue a conocerlas, y encima te cuenta como son y como llegar!
EL CATAMARQUEÑO tiene un himno: la zamba Paisaje de Catamarca; cuando está lejos y la escucha, se emociona, llora, chupa y canta, pero sabe la mitad de la letra, se equivoca y repite las estrofas.
EL CATAMARQUEÑO sube a la cuesta del Portezuelo, y cree que está en el cielo
El CATAMARQUEÑO no escucha folklore, lo crea
El CATAMARQUEÑO no mira el paisaje, es paisaje